«El puente de los suspiros», en Venecia, Italia, es visitado como uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad y Europa toda. Es más, se trata de un ícono turístico de mucha relevancia en el mundo, no sólo por su historia o su arquitectura sino por las leyendas o presagios y augurios que sobre él se han creado para enamorar. ( …de modo paradójico con su origen carcelario…)
Por ejemplo, dicen que si los enamorados se besan al atardecer cuando pasan por debajo del puente, paseando en una góndola y al son de las campanas del «Campanile di San Marco», serán bendecidos con el amor eterno.

Fue construido entre 1600 y 1603, de estilo barroco. Consta de dos estrechos pasillos y está cerrado en sus flancos para evitar la fuga de los prisioneros donde funcionaban las «Nuevas Prisiones», junto al Palacio Ducal, el cual era la sede de todas las instituciones de la época, incluídas las cárceles.
Según una de las memorias de esta impresionante urbe tan singular, los habitantes de ese tiempo escuchaban los suspiros de los presos que cruzaban ese puente para ir del tribunal a la cárcel tras su sentencia final, el día que los reos veían de manera lapidaria, por última vez la luz del sol.
Fue el poeta inglés Lord Byron quien le puso ese nombre al puente. En unas de sus obras ( «Las peregrinaciones de Childe Harold» ), se puede leer el texto: «Me detuve en Venecia, en el puente de los suspiros. Un palacio y una prisión en cada mano».
«El puente de los suspiros», en la ciudad de los canales, es fotografiado como uno de los lugares más atractivos para agendar, ya sea por su impronta y leyendas, por sus historias reales y de ficción o por haber sido título de cine y la literatura mundial.

El puente está sobre un angosto canal que se transita con asombro y lentamente, al ritmo del gondolero, ese que día tras día se ocupa de encantar a los visitantes con la charla amena y su serenata, tan particular. ¡Momento romántico y sublime, si lo hay! En lo personal, me animo a agregar que es la lentitud de la góndola la que le otorga al recorrido esa sensación tan lograda y sensible de amar hasta la eternidad. Si quieres que algo sea eterno, vivelo mansamente, como si fuese un paseo en góndola.
Lo cierto es que, en la actualidad, el famoso puente es un paso turístico, un pasaje que conmueve y que invita -siguiendo la tradición- a ser transitado con un beso. Y aquí insisto en la lentitud del andar de la góndola: creo que es allí donde el mundo se ralentiza, el tiempo no avanza y la vida se cristaliza. Los besos entonces perdurarán más allá del ritmo de la vida, quedarán en el recuerdo con la convicción y ese deseo de amar con quietud, hasta lograr la eternidad.
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