6 de Julio de 1573. Fundación de «Córdoba, de la Nueva Andalucia».
«La gran mayoría de las fundaciones efectuadas en territorio americano fueron premeditadas. Detrás de cada una y antes de que se movieran con sus huestes, estaban los pensadores, quienes fueron los responsables de marcar los rumbos atentos a conveniencias estratégicas, políticas y económicas. Se trataba de un proceso, no eran decisiones antojadizas de los fundadores.
El Virrey de Perú, Francisco Álvarez de Toledo, buscaba abrir caminos terrestres y marítimos que permitieran un flujo mayor con España, por lo que envió a Jerónimo Luis de Cabrera ( sevillano establecido en Cusco ) de expedición a Salta. Éste, según la versión más popular, habría desobedecido al Virrey y llegó hasta las tierras de la actual Córdoba. Un 6 de julio de 1573 clavó el rollo e picota a la margen izquierda del Río Suquía, destinó el terreno circundante para plaza y demarcó dos solares para Iglesia Mayor, donde plantó una cruz de madera, una traza no definitiva ya que más tarde fue emplazada en la otra margen del río.

Así se fundó la ciudad de «La Nueva Andalucía». El nombre dado por Cabrera a la ciudad es un homenaje a su mujer, Doña Luisa Martel de los Ríos, cuya familia provenía de la provincia española de Córdoba en la comunidad de Andalucía. Aunque, la desgracia recayó sobre Jerónimo Luis de Cabrera, quien habría decidido buscar por su propia iniciativa acercarse al mar, fundando una ciudad al sur de la jurisdicción que se le habría asignado. Por esta razón, según algunas versiones históricas, fue acusado de traición al Rey y finalmente decapitado siendo reemplazado por Gonzalo de Abreu y Figueroa. Mientras tanto, la vida urbana de Córdoba comenzaba en un amurallado recinto de un fuerte, con escasos soldados y algunos colonos, expuestos a los ataques de los indígenas, pocas armas y sin ni siquiera contar con un sacerdote que les administrara los Santos Sacramentos. En esas circunstancias, en 1575 enviaron a un sacerdote franciscano que estableció un rancho que oficiara de convento. Otro hecho imprevisto pobló el fuerte cordobés y fue el permiso de repartir entre los vecinos los solares y también edificar, incluyendo a un grupo de fugitivos —se dice que eran de origen paraguayo— que venían de a pie hambrientos y conformaron los inicios del modesto caserío que había empezado a surgir, sin discriminar por nacionalidades, estados sociales u oficios. Otras órdenes religiosas no tardaron en llegar, se sumaron los Jesuitas (1599), caracterizados por ser una orden más abierta y proyectada a la ciudad y el campo obteniendo por esto una mayor influencia en la cultura cordobesa. Luego, los Mercedarios (1601) y los Dominicos, también por las comunidades femeninas de Santa Catalina (1613) y Teresas (1627).
https://laestadiaturismo.blogspot.com/2013/10/apuntes-de-cordoba-de-la-nueva-andalucia.html

No obstante, la Compañía de Jesús, sin lugar a dudas tuvo el arraigo más significativo ya sea por su labor educativa y por el esfuerzo en la curación de enfermedades, incluidos la de los negros y los indios. Toda la misión, espiritual y educativa de los Jesuitas comenzó a solventarse a través de sus propias explotaciones agropecuarias, estancias y chacras diseminadas por las llanuras y hasta la región más serrana, todas ellas con sus características particulares que dieron mucho para escribir a los incipientes cronistas expedicionarios del nuevo mundo…»

Ana Claudia Simes.
«Felicitas, el souvenir. Tour Córdoba Cusco y las huellas del Camino Real». Pág. 130. Editorial Tinta Libre.
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